Pizzería
Paseando a la deriva por Floresta la encontré. Desprendía el olor del aceite a medio calentar. El clima barrial y el abundante exhibidor de porciones fueron razones suficientes para entrar, no ofrecí resistencia. Soy tan vulnerable al amor como a una buena porción de pomarola.
Pizzeria como las de antes, media masa y la muzza bien aceitosa. acompañado de un vino dulce tibión es lo que atrae a los peregrinos que llenan sus banquetas en la barra -eso cuando no están ocupadas por Rocco, el gato del lugar con libre acceso a todas las instalaciones.
Dicen los habitués que el lugar mantiene la apariencia de sus primeros días, hace aprox. 50 años. A juzgar por el estado general, les creo, y ojala nunca cambie.
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